Cuentan que hace mucho tiempo cuando nuestro “pueblo
símbolo” no contaba con el servicio de agua entubada, los vecinos se veían en
la necesidad de ir a un nacedero
acondicionado para baño que se encuentra entre los cafetales de la finca El
Naranjo y que aún en la época seca mantiene suficiente agua.
Además de utilizarlo para darse el
refrescante baño, las señoras lavaban allí la ropa de la familia. Y cuentan los
vecinos que a sus antepasados en determinadas horas del día se les aparecía un gallito que cantaba
incansablemente y cuando alguien
pretendía atraparlo, se alejaba cantando a lugares inaccesibles y
lejanos; esta leyenda aún está vigente, y hay personas que aseguran haber visto
y escuchado al misterioso gallito cantor, lo que despierta curiosidad,
principalmente en los niños, lo que hace
creer que este lugar está encantado.
Colaboración
de Milgen Orozco
En mi época de estudiante, diariamente al anochecer, acompañado de un primo y un amigo, me encaminaba hacia la finca Finca El Matasano donde residían nuestras novias y en una ocasión, nos sucedió algo espantoso que les relataré a continuación:
Eran alrededor de las siete de la noche cuando emprendimos nuestro diario recorrido rumbo a la finca antes mencionada, a la que llegamos media hora más tarde y cada uno se fue con su respectiva patoja, quedando en reunirnos dos horas más tarde.
Llegada la hora convenida para retornar al pueblo, mi primo no apareció. Aburridos de esperarlo pensamos en hacerle una broma ya que él, mi primo, es muy miedoso. Al salir del casco de la finca había una cadena y un cafetal bastante cerrado, allí nos escondimos, hasta el momento que el primo nos comenzó a silbar, y como no le contestábamos emprendió veloz carrera, posiblemente por el miedo a la creencia que en ese camino, según cuentan, espantan frecuentemente.
Al convencernos que se había venido, salimos de nuestro escondite y nos venimos para nuestras respectivos hogares, caminando y caminando llegamos al crucero de la finca, pero no lo alcanzamos, caminamos más de prisa, cuando de repente escuchamos pasos que venían en nuestra dirección, muy nerviosos percibimos ruidos de chiribiscos que se quebraban y ramas de matas de café que se desgajaban, comenzamos a caminar más despacio, tratando de escuchar mejor los ruidos.
Cuando llegamos a la entrada de “Limonares”, distinguimos una sombra que se cruzó a un lado de nosotros, en ese momento sentimos un escalofrío y se nos pesó el cuerpo, de repente apareció una camioneta que venía hacia el pueblo, le hicimos señal de parada pero no se detuvo, intentamos colgarnos y no pudimos.
Luego comenzamos a correr y de nuevo observamos la sombra en el cafetal y nos sobresaltamos más, por fin, dos vueltas abajo alcanzamos la camioneta, que se había detenido por desperfectos.
Seguimos corriendo y más adelante cerca del cementerio del pueblo, al percibir que ya no nos perseguían nos detuvimos para orinar, pero repentinamente sentimos un aire escalofriante a nuestro alrededor, llevando tremendo susto cuando vimos la gran sombra convertida en un perro grande de color negro con algo que le brillaba y lo arrastraba en las patas, pegué un grito y sin darme cuenta ya estaba en el otro lado de la carretera agarrado de una mata de café, en eso venía la camioneta y unos señores iban para la finca y al iluminar la camioneta, el bulto desapareció como si nada.
Asustados corrimos hacia el pueblo, dejando de hacerlo en el cruce conocido como “La Cuchilla” del cantón La Independencia, allí nos esperaba mi primo llorando de miedo porque le había salido el mismo perro y nos contó que lo había arrastrado hacia el cementerio, pero para su buena suerte en ese lugar se encontraba gente haciendo una cajuela, salvándose de la persecución del Cadejo.
Aunque no creía en estas historias de espanto y terror que cuentan nuestros mayores, ahora por experiencia propia se que son reales. Desde esa sobrecogedora experiencia subíamos a El Matasano, una vez a la semana en grupos de diez a doce jóvenes, a visitar a las chicas motivo de nuestros amores de esa bella época estudiantil.
Si usted no me cree .….. ¡Ojala que nunca se les aparezca el abominable cadejo …..
El Cadejo
En mi época de estudiante, diariamente al anochecer, acompañado de un primo y un amigo, me encaminaba hacia la finca Finca El Matasano donde residían nuestras novias y en una ocasión, nos sucedió algo espantoso que les relataré a continuación:
Eran alrededor de las siete de la noche cuando emprendimos nuestro diario recorrido rumbo a la finca antes mencionada, a la que llegamos media hora más tarde y cada uno se fue con su respectiva patoja, quedando en reunirnos dos horas más tarde.
Llegada la hora convenida para retornar al pueblo, mi primo no apareció. Aburridos de esperarlo pensamos en hacerle una broma ya que él, mi primo, es muy miedoso. Al salir del casco de la finca había una cadena y un cafetal bastante cerrado, allí nos escondimos, hasta el momento que el primo nos comenzó a silbar, y como no le contestábamos emprendió veloz carrera, posiblemente por el miedo a la creencia que en ese camino, según cuentan, espantan frecuentemente.
Al convencernos que se había venido, salimos de nuestro escondite y nos venimos para nuestras respectivos hogares, caminando y caminando llegamos al crucero de la finca, pero no lo alcanzamos, caminamos más de prisa, cuando de repente escuchamos pasos que venían en nuestra dirección, muy nerviosos percibimos ruidos de chiribiscos que se quebraban y ramas de matas de café que se desgajaban, comenzamos a caminar más despacio, tratando de escuchar mejor los ruidos.
Cuando llegamos a la entrada de “Limonares”, distinguimos una sombra que se cruzó a un lado de nosotros, en ese momento sentimos un escalofrío y se nos pesó el cuerpo, de repente apareció una camioneta que venía hacia el pueblo, le hicimos señal de parada pero no se detuvo, intentamos colgarnos y no pudimos.
Luego comenzamos a correr y de nuevo observamos la sombra en el cafetal y nos sobresaltamos más, por fin, dos vueltas abajo alcanzamos la camioneta, que se había detenido por desperfectos.
Seguimos corriendo y más adelante cerca del cementerio del pueblo, al percibir que ya no nos perseguían nos detuvimos para orinar, pero repentinamente sentimos un aire escalofriante a nuestro alrededor, llevando tremendo susto cuando vimos la gran sombra convertida en un perro grande de color negro con algo que le brillaba y lo arrastraba en las patas, pegué un grito y sin darme cuenta ya estaba en el otro lado de la carretera agarrado de una mata de café, en eso venía la camioneta y unos señores iban para la finca y al iluminar la camioneta, el bulto desapareció como si nada.
Asustados corrimos hacia el pueblo, dejando de hacerlo en el cruce conocido como “La Cuchilla” del cantón La Independencia, allí nos esperaba mi primo llorando de miedo porque le había salido el mismo perro y nos contó que lo había arrastrado hacia el cementerio, pero para su buena suerte en ese lugar se encontraba gente haciendo una cajuela, salvándose de la persecución del Cadejo.
Aunque no creía en estas historias de espanto y terror que cuentan nuestros mayores, ahora por experiencia propia se que son reales. Desde esa sobrecogedora experiencia subíamos a El Matasano, una vez a la semana en grupos de diez a doce jóvenes, a visitar a las chicas motivo de nuestros amores de esa bella época estudiantil.
Si usted no me cree .….. ¡Ojala que nunca se les aparezca el abominable cadejo …..
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