Las
festividades de fin de año, nos traen a la memoria nuestro pasado histórico en
lo que se refiere a las celebraciones y tradiciones, cuando los antiguos
pobladores no estaban tan fragmentados como en la actualidad en sus creencias
religiosas.
Aunque
lejanas en el tiempo, pero no en el corazón, aún se recuerdan las posadas que a
partir del dieciséis de diciembre, recorrían las empedradas calles del pueblo,
con una nutrida participación de niños, jóvenes y adultos.
En algunas
ocasiones la posada era recibida en las afueras del pueblo, el recorrido era efectuado con toda
confianza, ya que se vivía en un ambiente de seguridad y tranquilidad.
Con el
correr de los años esta tradición católica fue perdiendo asistencia,
principalmente de niños, debido a la proliferación de sectas protestantes que
tratan de desacreditar y desaparecer tradiciones que llevan un sano mensaje y
que son motivo de gozo espiritual principalmente para la niñez.
Lejos están,
aunque no perdidas, las Nochebuenas que además de celebrarse en el seno del
hogar, se extendían hacia las familias amigas del pueblo, en una demostración
de sincera hermandad y compartimiento de los principios cristianos inculcados
por nuestros padres.
Que en esta
noche-buena, renazcan las demostraciones de fraternidad y solidaridad que
distinguieron a nuestros antepasados
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